Por: Jesús Munárriz.
Al fondo
botones peines
alpargatas mecheros bolsos gafas
monedas mediasuelas dentaduras hebillas
relojes lapiceros horquillas crucifijos
cuerdas alambres cables
un dado un sonajero anillos un pendiente
medallas un frasquito de perfume
zapatos de tacón unos gemelos
cráneos taladrados
y huesos muchos huesos
en las fosas
en que echaron los buenos a los malos
después de fusilarlos
hace ya ochenta años
los buenos
los que a partir de entonces impidieron
que fueran descubiertos
sus cadáveres
impidieron
que fueran sepultados
como su dios dicen que manda
cuyos nietos lo siguen
con frecuencia
impidiendo
ENTRE TINIEBLAS
Tu corazón entre tinieblas,
le siento distante y lejano,
tan lejos como tu alma niña.
Tu mente está partida en dos,
y perdida a través de brumas.
Tu alegría queda en el fondo.
Y el deslumbrar del próximo alba
ni está cercano ni lejano,
sin existencia de distancias
que no estén en el infinito.
Noche de niebla imperceptible
por el corazón y la mente.
El sombrío vapor te envuelve
en la oscuridad de la noche.
Y el día es ya como un fantasma
de pesadillas de un soñar.
Realidad tozuda y cruenta,
siniestra como oscuras aguas.
Noche sin luz y sin estrellas,
donde la luna se agazapa,
donde invisibles alimañas
con ojos ocultos acechan
en la penumbra de la cama.
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Puestos a rumiar tragedias, yo hago míos los hondos versos del Sr. Munárriz para dedicárselos a los buenos, sin ironía, que también acabaron con sus huesos en cunetas, en pozos, en minas o en el fondo del mar.
Porque fueron buenos de verdad, porque lucharon por una causa muy justa, porque se alzaron contra la opresión, contra la tiranía y contra el terror que quisieron imponer los malos. Malos de verdad, sin ironía.
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Estimada Eduviges: tan asesinados fueron los unos como los otros y tan asesinos los que acabaron con sus vidas en una u otra zona, pero a los unos se les honró, se les enterró debidamente, se inscribieron sus nombres en iglesias, ayuntamientos, y centros de enseñanza durante casi cuarenta años, y de los otros aún hay muchos que siguen al fondo de los hoyos en los que los arrojaron.
Si he enviado este poema, ya publicado en una revista, a La Retaguardia, es porque uno de esos cadáveres aún sin localizar ni identificar es el de Fernando Sánchez Monreal, el padre de Fernando Sánchez Dragó, periodista de 27 años que salió de Madrid el 18 de julio a ejercer su profesión e informar de lo que estaba pasando, y nunca volvió. Y era una bellísima persona.
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Tierra de oscuridad.
La lucha no fue gusta.
Metal dentro conmigo.
¿Dónde me habéis metido
quitándome queridos?
Ahora no me importa
ni la ideología,
ni ningún pensamiento,
me importa mis queridos.
Aquí yo yacido
Aquí yo enterrado.
No lloraste aquí
en tierra maldita.
Maldita está la alma
del que disparó.
Maldito estoy yo,
pues no hay más razón
para que este aquí
que la sinrazón.
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Dos manchas y dos borrones de tinta
en el papel donde quedan escritos
los grandes ideales de nación.
Dos grandes manchones que no se quitan.
Todavía, al pasar la mano, mancha.
Sobre el papel quedan dos agujeros
dejados donde escribe una nación.
No pueden con celuloide tapar,
no pueden tecnologías borrar,
no pueden tapar aquellas dos manchas
que dejaron el 6A y el 9A del 54,
eliminando la H y la N,
vergüenza de todo aquel que lo lea.
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perdón: 45
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…
que dejaron el 6A y el 9A del 45,
eliminando la H y la N,
para vergüenza de todo aquel que lo lea.
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